Un informe presentado por Nicolás Pino, presidente de la SRA, también refleja con números que “los productores recibieron un menor precio por la hacienda” y que “la producción de la industria cayó”.
Entre abril -cuando comenzaron las restricciones a las exportaciones de carne- y junio, los precios para los consumidores argentinos aumentaron en promedio 18% según la Sociedad Rural Argentina (SRA).
El precio promedio de la carne vacuna subió 18% entre marzo y junio de este año.
El cierre de las exportaciones de carne vacuna ha generado menos precio a los productores, menos actividad para la industria y el gobierno, y carne más cara para los consumidores”, evaluó el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Nicolás Pino.
Un informe elaborado por el Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales de la SRA, donde se analizaron las variables micro y macroeconómicas del segundo trimestre del año, concluyó que en ese período los precios de la carne aumentaron 18%, desde que el 14 de abril se anunciaron las Declaraciones Juradas de Ventas Externas (DJVE), conocidas como nuevos ROEs.
En ese marco, desde la SRA evaluaron que las exportaciones cayeron 45% en junio respecto de mayo. El mes pasado, respecto del anterior, ingresaron US$ 108 millones menos.
Pino consideró que “los resultados obtenidos son muy claros: las medidas tomadas por el gobierno nacional hicieron que todos perdamos”. El informe también detalla que los productores recibieron menor precio por la hacienda porque su valor descendió y que la producción de la industria cayó.
Los números fueron presentados en una reunión de comisión directiva realizada en Azul, localidad bonaerense con tradición ganadera. Junto a Pino estuvieron los vicepresidentes y secretarios de la entidad, una decena de directores titulares y la presidente de la Sociedad Rural de Azul, en el inicio de una serie de encuentros con los cuales la entidad busca una impronta más federal.
En ese sentido, hubo un encuentro con productores y socios de la zona, en el predio de la Sociedad Rural local, quienes “manifestaron de forma unánime su disconformidad con la intervención en el mercado de ganados y carnes que dispuso el gobierno nacional en los últimos meses”.
Se puso en consideración que “todas las categorías de hacienda perdieron en términos reales: las destinadas a la exportación cayó entre 5 y 15%, y la de consumo interno perdió entre 1% y 3% de valor”.
Asimismo, durante el segundo trimestre de 2021, “la faena cayó 11%, se faenaron 370 mil cabezas menos que en el mismo período del año anterior, se produjeron 713 mil toneladas, un 10% menos que en el mismo trimestre del año anterior. La caída de precios llevó a postergar parte de las ventas, sobre todo las de la categoría vaca. Los frigoríficos debieron operar con mayor capacidad ociosa, afectando su ritmo de actividad, empleo, etcétera”.
En función de ello, desde la SRA volvieron a pedirle al presidente de la Nación, Alberto Fernández, “que revea esta medida para que podamos retomar una agenda de trabajo con previsibilidad para generar competitividad y volver a ser los principales exportadores de carne del mundo”.
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Gisele Remorini heredó de su abuelo y padre el disfrute de comprar hacienda vacuna en el mercado de Liniers. Con 36 años, un hijo y otro en camino, está a cargo de la faena y de la venta al público.
Aun embarazada, Gisele Remorini no se desconecta de la pasión de matarife que heredó de su abuelo y su padre. Lidera un frigorífico donde se faenan 1000 vacas por semana. Parte de lo producido por 37 “varones del cuchillo”, se venden en dos carnicerías de La Plata, también a su cargo, como su hijo de 5 años, por supuesto.
A los 36 años, la hija de Raúl Remorini, el titular de la que hoy es la matrícula más antigua del Mercado de Liniers, pisa con taco firme en los remates de ganadería vacuna. No quiere hacer distinciones de género, pero desliza con una mezcla de orgullo y picardía que el oficio le gusta más que a su hermano Rodolfo, quien recibió el nombre del patriarca fundacional, pero prefirió cederle protagonismo a su hermana.
El abuelo de ambos había abierto la primera carnicería de Bartolomé Bavio, un pueblo ubicado a 30 km de La Plata. Después armó un reparto por otros comercios, hasta que decidió dedicarse a la producción rural. Su hijo Raúl, el padre de Gisele y Rodolfo, siguió con el rubro cárnico.
“Luego de seguir con el reparto de carne, en el ’90 mi papá empezó a hacer un frigorífico, que inauguró el 13 de junio de 1997”, cuenta orgullosa Gisele. Y sigue enhebrando la saga generacional: “Yo arranqué a trabajar a los 18, en una carnicería. A los 23 empecé a vender carne en la calle. Iba con mi hermano y recorríamos carnicerías para poder vender. Después, mi hermano se dedicó a vender menudencias, achuras, y yo seguí con la carne”.
Es una de las pocas mujeres en la actividad, pero nunca se sintió ajena en el Mercado de Liniers. “Me gustó siempre, empecé a ir con mi papá a comprar en 2014. Si bien tuve alguna situación en la que ´no me dieron bola’, la mayoría de las veces siempre me trataron bien. Es un trabajo que lleva tiempo, pero lo hago con muchas ganas”, les comentó a sus pares de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMyA).
Trabajo y amor, un solo corazón
En ese ambiente de trabajo, al poco tiempo se encontró con el amor. “Conocí a mi marido en el frigorífico a través del padre que compraba carne al gancho, y bueno… yo le empecé a vender carne y me enamoré mal…. Al año ya tuvimos a nuestro primer hijo, y actualmente estoy embarazada del segundo. Llevamos 7 años juntos.
-¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
-Me encanta viajar a comprar haciendo o ir al mercado, es de las cosas que más me gusta. La maternidad un poco te aleja de eso porque son horarios complicados. Quedé embarazada en el 2015, dejé de ir por un año, y desde entonces voy cuando puedo. El que se dedica al reparto es mi marido. Yo me encargo del frigorífico. Pero cuando mis nenes sean más grandes ya podré retomar a pleno.
-¿A qué tipo de animales le “ponen el ojo” en los remates?.
-Compramos machos de entre 310 y 380/400 kg, hembras un poco más livianas, pero por lo general es todo consumo liviano. El ternero liviano al frigorífico no le rinde, y al matarife no le rinde tanto. Me gustaría que se empiece a trabajar con animales más pesados”.
-¿Cuánto afectó el cepo en el frigorífico?
-No tanto como en otros porque no exportamos. Teníamos un proyecto para sacar el permiso de Senasa y tratar de exportar, pero así es imposible. Todo lo que hacemos es para consumo local. Pero nos vimos obligados a reducir la actividad por la caída en la faena. Trabajamos menos horas, ya que se está vendiendo muy poco, porque la carne está cara en relación a los sueldos.
-¿Cómo influyen los costos en el negocio?
-Se hace muy difícil porque los repuestos se venden en dólares y nosotros cobramos en pesos.
Pasión por la política
Sobre la incertidumbre que acecha actualmente a la actividad, resaltó: “Todas las medidas que va tomando el Gobierno perjudican cada vez más y hay cada vez menos trabajo. Cada vez se faena menos y los gastos son gigantescos, no te da lugar a crecer”.
-¿Por qué crees que el Gobierno puso el cepo y lo mantiene pese a los reclamos y resultados?.
-Porque quieren ganar las legislativas. No le encuentro otra explicación a una medida tan perjudicial para el sector ganadero. Hoy no se puede crecer en la actividad de ganados y carnes. El Gobierno está haciendo todo para que solo queden en pie los frigoríficos grandes. Los chiquitos molestamos.
-¿Cómo se trabaja con esta incertidumbre?
Estamos acostumbrados, toda la vida fue igual. Un gobierno toma medidas para la derecha y llega otro y va para la izquierda, entonces no te queda otra que estar en el medio, agachar la cabeza y seguir.
-¿Ves futuro en el horizonte político?
-Toda la vida me gustó la política, desde chica. Me gustaba Macri al comienzo, pero después su gobierno terminó siendo cualquier cosa. Concordaba con su discurso de bajar impuestos para poder crecer, por eso me identifico mucho con el economista Javier Milei, desde su defensa de la libertad. El es re anticomunista y yo también. El día que más me entusiasmó fue cuando dijo que antes de subir un impuesto se cortaba un brazo. Ahí dije: “Lo sigo hasta el cajón”.
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